
Para entender y vivir los Mandamientos: Honrarás a tu padre y a tu madre!… #CuartoMandamiento 👍💞🙏⛪🚥📃📄🚥😚👼😚👼😚👼😚😇👉👪✌💓😊🌼
10 mayo, 2017
Para entender y vivir los Mandamientos: No cometerás actos impuros!… #SextoMandamiento👍💞🙏⛪🚥📃📄🚥😚👼😚👼😚👼😚😇👉👪✌💓😊🌼
12 mayo, 2017
Como se ha señalado en anteriores posts, en el Antiguo Testamento Dios da a su Pueblo, por medio de Moisés, los Diez Mandamientos, que son el resumen de la Ley moral.
La carta era realmente conmovedora, sobre todo en aquel momento. Porque lo lógico hubiera sido que en esa circunstancia un padre hubiera aconsejado a su hijo: “Ten cuidado, no te maten”. Pero aquel padre sabía algo muy importante: que es mucho más mortal matar que morir. El que mata a otro ser humano, queda mucho más muerto, mucho más podrido que el que es asesinado.
Por esta razón Dios, cuando los hombres nacemos, desliza en los bolsillos de nuestra conciencia otra carta que dice: No mates a nadie, hijo. Tu Padre Dios.
El precepto moral del “no matarás” tiene un sentido negativo inmediato: indica el límite, que nunca puede ser transgredido por nadie, dado el carácter inviolable del derecho a la vida, bien primero de toda persona. Pero tiene también un sentido positivo implícito: expresa la actitud de verdadero respeto a la vida, ayudando a promoverla y haciendo que progrese por el camino de aquel amor que la acoge y debe acompañarla.
Jesucristo vino a destruir la muerte y a traer vida y a traerla en abundancia, nos dice san Juan en su evangelio en el capítulo 10. Y la vida que nos trajo Jesús es la vida eterna. Y Él lucha y luchará para que nadie nos arrebate esta vida eterna. Y esta vida eterna traída por Jesús abarca salvar nuestro cuerpo y nuestra alma, es decir, nuestra persona.
¿Quién eres tú para quitar la vida a alguien que está llamado a la vida eterna con Dios?
El escritor americano Louis Begley ha denominado al siglo XX como “réquiem satánico”. Es un infierno de asesinatos y homicidios, de masacres y crímenes violentos, un compendio de atrocidades. En el siglo XX se ha matado a más hombres que nunca. A este siglo le corresponden el holocausto y la bomba atómica!…
(…)La vida es un don!… ¿Dónde está el valor de la vida humana?
En que eres imagen y semejanza de Dios. Al ser creado, recibiste una chispa divina, que nadie puede darnos sino Dios. Y por tanto, nadie puede quitarnos la vida, sino sólo Dios, que es el Dueño de nuestra vida. Por eso, el que levanta la mano contra la vida humana ataca la propiedad de Dios.
Además nuestra vida humana y terrena es grande en vistas a nuestra vida eterna en el cielo. La vida humana es condición de la vida eterna, a donde estás llamado por Dios para gozar de Él eternamente. Por eso es tan valiosa a los ojos de Dios tu vida terrena, y por esto es también de un precio inestimable para ti que eres cristiano, porque es el tiempo de atesorar méritos para la vida eterna, que te ganó Cristo con su sangre, muerte y resurrección. San Jerónimo dijo en cierta ocasión que esta vida es un estadio para los mortales: aquí competimos para ser coronados en otro lugar.
Si has entendido esto que te he dicho, entonces comprenderás que la vida humana es una chispa que salta de Dios. Nadie tiene derecho a extinguirla. La vida humana aquí en la tierra es la posibilidad que Dios nos concede de alcanzar la vida eterna en el cielo. Nadie tiene derecho de despojarnos de ella.
Es Dios quien da la vida. Sólo Él puede quitarla.
Tu vida es bien noble. No puedes reducir la vida a lo que decía el filósofo ateo francés Jean Paul Sartre en su obra “La Náusea”: Comer, dormir; dormir, comer. Existir lentamente, dulcemente, como aquellos árboles, como una botella de agua, como el andén rojo del tranvía.
La vida nace en el seno del amor: un hombre y una mujer que se aman colaboran con Dios para dar a un hombre el mayor regalo: la vida, el paso de la nada al ser. ¡Qué noble ha de ser la vida humana si Dios nos da este don, en colaboración con tus papás!
Dios te ha dado la vida para poder entrar en comunión contigo. Por eso con la vida te ha dado una inteligencia para que le puedas conocer, y una voluntad para que le puedas elegir y amar. ¿Cómo vas a quitar la vida a un hombre, cuando está llamado a encontrarse con Dios y entablar con Él un diálogo en la fe y en el amor, a través de la oración y los sacramentos, aquí en la tierra; y después en la otra vida, mediante la visión cara a cara con Dios? No tienes ningún derecho a privar a un hombre de lo más noble que hay: conocer y amar a Dios aquí en la tierra, y gozar de Él después en la eternidad.
Todos queremos vivir!…
El problema nace a la hora de considerar la vida de los demás frente a los propios intereses. Así, por ejemplo, se prefiere recurrir al aborto antes que a la promoción de un recto uso de la sexualidad; se prefiere recurrir a la eutanasia antes que a un interés eficaz por los ancianos y los marginados; se prefiere recurrir a grandes campañas contra la natalidad en el tercer mundo antes que a planes eficaces de desarrollo y colaboración económica; se prefiere el uso de la guerra y el terrorismo al diálogo y la confrontación democrática, y en general, la vida humana viene supeditada a otros intereses que tienen mucho menos valor.
Por eso, no debes medir el valor del hombre desde un punto de vista industrial o comercial, como se hace hoy día. Así la persona humana es cotizada por su eficacia, y se considera al hombre más por el tener que por el ser. Ahí tienes la concepción materialista de la vida: vales por lo que produces y tienes, y no por lo que eres. Nunca debes aceptar esta concepción del hombre.
Fíjate a dónde te llevaría esta postura: porque eres minusválido, no sirves….se te puede matar; porque tuviste un accidente y quedaste hemipléjico, no sirves…se te puede matar; naciste con una deficiencia mental o corporal, no sirves…se te puede descartar ya desde el seno de tu madre; ya estás anciano y sufres mucho, no sirves…se te puede aplicar la eutanasia.
Debes alzar la voz fuerte contra esta injusticia y estos crímenes. El mandamiento de Dios es bien claro: “No matarás”.
Alza la voz como lo hizo el Papa Juan Pablo II en Denver el día 14 de agosto de 1993 a los jóvenes: «Con el tiempo, las amenazas contra la vida no disminuyen; al contrario, adquieren dimensiones enormes. No se trata sólo de amenazas procedentes del exterior, de las fuerzas de la naturaleza o de los Caínes que asesinan a los Abeles; no, se trata de amenazas programadas de manera científica y sistemática. El siglo XX será considerado una época de ataques masivos contra la vida, una serie interminable de guerras y una destrucción permanente de vidas humanas inocentes. Los falsos profetas y los falsos maestros han logrado el mayor éxito posible”.
Hay diversas maneras de matar!…
Matar es mucho más fácil de lo que piensas.
Desgraciadamente la historia de la humanidad, desde Caín, es la historia de la violencia.Desde el principio del mundo tenemos datos históricos de más de dos mil guerras. Prácticamente no hay año en la historia en que no estalle alguna.
En este momento, ¿cuántas guerras hay declaradas y cuántos conflictos bélicos? Y decimos estar en paz.
Después, está la guerra del terrorismo que en muchos países es una herida permanente abierta: palestinos e israelíes, norte y sur, católicos y protestantes…
Y está la feroz guerra del aborto, en la que hoy están muriendo más de 50 millones de no nacidos cada año; es la guerra probablemente más sangrienta que haya inventado la humanidad. El aborto es la manipulación de un feto en el seno materno con el propósito de destruirlo.
Generalmente, en la mayoría de los casos de aborto se procede asesinando al feto dentro del seno de la madre, antes de extraerlo. Está comprobado ya científica y médicamente que ese feto es un ser humano, una persona: desde el momento de la concepción tiene un código genético propio y está llamado a realizarse como ser humano y a gozar eternamente de Dios. Además, tiene un alma espiritual creada amorosa, individual y personalmente por Dios. ¡Es un hijo de Dios!
Otras formas de crímenes sobre niños todavía no nacidos que se pueden incluir aquí son las muertes de embriones humanos producidas por experimentos realizados dentro o fuera del seno materno. A esto se le ha llamado la terrible matanza de los experimentos genéticos, de los embriones congelados, de los experimentos de la clonación, etc… donde descartan y mueren cantidad de seres humanos.
¿Todas las técnicas de manejo de los genes son inmorales?
No todas las técnicas de manejo de los genes (son éstos, fragmentos del ácido desoxirribonucleico o ADN), en los que están inscritos los caracteres específicos de cada ser animal o vegetal …no todas estas técnicas, digo, son malas:
Algunas, como la mejora genética, han logrado aumentar el rendimiento productivo, la resistencia ante enfermedades, la calidad en animales y plantas; lo que palia grandes necesidades de la humanidad.
Otras como la llamada ingeniería genética molecular”, por la que genes humanos, animales o vegetales (fragmentos de ADN), trasferidos a determinados cultivos bacterianos para reaplicación, han logrado para la humanidad la producción de medicinas (insulinas artificiales, interferón, vacunas, etc.), así como alimentos fundamentales en la agricultura y la ganadería. Por otra parte, se está elaborando ya el llamado “mapa del genoma humano”, por medio del cual se podrán en su día intercambiar genes enfermos del ser humano por otros sanos.
¿Dónde está, pues, la técnica inaceptable moralmente?
Es la que resulta de la llamada manipulación genética humana, tanto en células germinales, o que pueden dar origen a la vida (posible origen futuro de la partenogénesis o androgénesis), como en la hibridación celular interespecífica (ovocito de un póngido –chimpancé, gorila y orangután- fecundado con esperma humano), entre otras técnicas.
En otro orden de cosas, dentro del problema que te estoy tratando, la moral católica enuncia juicios muy severos acerca de las técnicas de eugenesia positiva (mejora de los genes) como: La clonación o proceso, mediante el cual se podría producir un gemelo genético –como una fotocopia repetible a voluntad- a partir de un solo progenitor16 . De esto te hablaré más adelante.
Está también la violencia nuestra de cada día. Es verdad, “no robamos, ni matamos físicamente”, pero sí matamos cuando criticamos, cuando nos enfadamos con gran violencia. Esta violencia está en el corazón. La agresividad se ha ido adueñando de nuestra vida cotidiana. Somos violentos en nuestro lenguaje. Somos violentos en nuestra manera de entender la vida. Así se oye decir: “aquí o pisas o te pisan… el que da primero da dos veces… bastos son triunfos”.
Somos violentos en nuestro estilo de humor. Aquí la sonrisa se sustituye con frecuencia por la sal gorda, el sarcasmo, la sonrisa hiriente, el vinagre. Tenemos un arte especial para reírnos de nuestro prójimo y olvidamos que dejar a alguien en ridículo es siempre un arma inmoral. Somos agresivos hasta en el modo de perdonar. ¿Cuántas veces oímos decir: “Perdono, pero no olvido” que con frecuencia no es sino un arte de alargar y prolongar la herida?
Otra de las formas más dramáticas con la que puede violarse hoy este mandamiento es precisamente el del uso y abuso de las drogas. Ya sabes que el mal de la droga, aunque sea “blanda” está en que produce efectos irreparables en el cerebro, además de otros problemas psicológicos que varían según el efecto de la droga.
No obstante lo dicho, es lícito utilizar las drogas con fines medicinales curativos o anestésicos.
También, exponemos nuestra vida y la de los demás con el mal uso del volante, y el exceso de la velocidad. Hay que respetar las señales de tráfico y ser prudente en la carretera, especialmente cuando otras vidas dependen de ti.
Como puedes ver, se puede matar de mil maneras. Se puede matar de disparos, pero también de hambre o de soledad. Se puede declarar una guerra o declarar y tolerar un paro, una calumnia.
No olvidemos las palabras que dijo Dios a Caín: “¿Qué has hecho? La voz de la sangre de tu hermano está clamando a mí desde la tierra. Ahora, pues serás maldito sobre la tierra que abrió su boca para recibir, de mano tuya, la sangre de tu hermano” (Génesis 4, 10).
Caín parece haberse extendido sobre toda la tierra. Parece que la tierra se ha convertido en un lago de sangre y violencia.
A diario, las páginas de los periódicos, los informativos de la televisión, nos sirven nuestra ración de muerte. Cruzan por nuestras pantallas los tanques de la destrucción. El hombre de la metralleta y los disparos, parece haberse convertido en huésped permanente de nuestra sobremesa. Ahora no hace falta ir a la guerra, porque es la guerra la que nos persigue a nosotros y ha entrado en nuestras casas y en nuestros colegios.
Ya nos hemos acostumbrado. El día en que los telediarios no nos ofrecieran nuestra ración de muertos, tendríamos la impresión de haber llegado a otro planeta!…
Y hemos dejado los crímenes por atracos diarios en bancos o en farmacias.
¡Dios mío! Y hemos omitido la esterilización, donde se impide la vida o se mata la fuente de la vida. El mal moral en todo esto está en que el hombre y la mujer se colocan por encima del vínculo estructural y muy profundo existente entre el amor y la fecundidad. Aunque también esto es materia del sexto mandamiento.
Y, ¿qué decir de la eutanasia, encubierta, abierta o legalizada, activa y pasiva?
Todavía nos aterra el caso de Estados Unidos de Terri Schiavo, esa mujer con daños cerebrales a la que se le quitaron, por indicación de alguno de sus familiares, lo tubos que le proporcionaban alimento y agua. Y así la mataron.
Nadie es dueño de la vida. Sólo Dios decide el momento de la muerte de la persona humana. El Papa Juan Pablo II dijo fuertemente en su encíclica “Evangelium vitae”: Confirmo que la eutanasia es una grave violación de la Ley de Dios en cuanto eliminación deliberada y moralmente inaceptable de una persona humana (n. 65).
No debes confundir eutanasia, que consiste en producir la muerte de alguien quitándole los medios ordinarios que le mantenían en vida, y la analgesia.
La eutanasia nunca se justifica. El hombre es solamente administrador la vida dada por Dios. Hoy se quiere justificar la eutanasia basándose en que “ya no hay vida real” en ancianos o enfermos con daños cerebrales o que perdieron la capacidad de movimiento. Pero esto es entender la vida sólo en términos materialistas. La vida vale por sí misma, no por su rendimiento económico, intelectual, social. Y sólo Dios decide el fin de esa vida.
Por el contrario, la analgesia, absolutamente lícita y ética, se da en moribundos o personas que ante una enfermedad grave piden que se les administre algún tratamiento que, aunque no cure, disminuya los dolores. En el caso extremo en que este tratamiento se administra a una persona cuya muerte es inminente con el fin de que pierda la conciencia y no sufra el proceso último de la enfermedad, también es lícito, siempre y cuando se le haya hecho saber al enfermo y se la haya dado oportunidad de confesarse antes. Así, por ejemplo, en algunos tipos de cáncer donde la fase final es muy dura, puede aplicarse este tipo de analgesia.
Aquí surge una pregunta que está en tus labios: ¿está obligado el hombre siempre a conservar la vida?
La respuesta es clara: está obligado a emplear todos los medios proporcionados y ordinarios (médicos y quirúrgicos, con esperanza de curación y sin excesivo gasto o dolor) para conservarla. No hay obligación, pues, de usar ni los extraordinarios, ni de prolongar una vida sin esperanza, alargando el momento de la muerte natural (distanasia).
Otra cosa distinta es la eutanasia que es la interferencia activa o pasiva para provocar la muerte. La eutanasia se diferencia moralmente de la omisión de medios extraordinarios, de los que acabo de hablarte. Nada se opone a la ayuda prestada para una muerte natural sin dolor, aun cuando con ella se acorte la vida, con tal de que no se pretenda directamente esto último, y de que los sedantes administrados no incapaciten al enfermo terminal para prepararse a recibir la muerte de manos de Dios.
Todo esto nos lleva a dos cosas más a este respecto. Una afecta al individuo como cristiano, y la otra al médico en su obligación deontológica.
Primero, el cristiano tiene la obligación moral de proteger su propia salud, evitando cuanto le lleva a una muerte pronta, como el alcohol excesivo o el empleo de drogas.
La segunda cuestión afecta a la deontología médica, en la que decir la verdad al enfermo, informar sobre los riesgos de una operación y pedir el consentimiento al mismo, la posible esterilización de alguien, la utilización de trasplantes de órganos vitales –de aquí surge la obligación de poseer certeza absoluta de la muerte del donante- o la experimentación tienen sus específicas obligaciones morales, graves en muchísimos casos, pero que deben ser examinadas en la moral específica de la profesión médica. También la Congregación para la Doctrina de la fe publicó en 1987 una “Instrucción sobre el respeto a la vida naciente y la dignidad de la procreación”, que te recomiendo que leas. Aquí se da un juicio bien concreto sobre estas cuestiones:
. Acerca del diagnóstico prenatal, será aceptable si respeta la vida del embrión y se orienta hacia su custodia o curación.
. Acerca de las posibles intervenciones terapéuticas sobre el embrión, serán lícitas en las mismas condiciones que lo anterior.
La particular gravedad de esta investigación sobre embriones que, ulteriormente, van a ser destruidos… atenta a la dignidad de la persona humana.
El lenguaje utilizado por el Papa es implacable y serio. Empeña toda su autoridad como Papa.
A las democracias que niegan el derecho inalienable a la vida desde el momento de la concepción hasta la muerte natural las califica de “estados tiranos” que envenenan la “cultura de derecho”.
“El aborto y la eutanasia son crímenes que ninguna institución humana puede aspirar a legitimar”.
Y pide oponernos a esas leyes a través de una objeción convincente de conciencia. No es lícito apoyar estas leyes.
Y en esta encíclica nos invita a varias cosas:
1° Anunciar el Evangelio de la vida en la catequesis, predicación, actividades educativas y médicas. Anunciarlo sin temer la hostilidad, impopularidad o la crítica.
2° Celebrar el Evangelio de la vida con la oración, con los gestos y símbolos de las tradiciones y costumbres culturales y populares.
3° Servir al Evangelio de la vida, mediante la caridad y una paciente y valiente obra educativa. Todos están llamados a esto: personal sanitario, familias, grupos, asociaciones, Iglesia, gobernantes y Estado: ¡al servicio de la vida! Y no, ¡en contra de la vida!
Por tanto, todo hombre está llamado a ser guardián de su hermano, nos confía la vida del otro hombre como un tesoro.
María aceptó la Vida –con mayúscula- en nombre de todos y para bien de todos. María ante las fuerzas del mal, nos muestra a su Hijo, que ha vencido a la muerte. Cristo, es el fruto bendito de su seno.» (Fuente: Catholic.net).